¿Qué es el amor si no una de las locuras de la vida, y qué somos nosotros si no unos locos intentando vivirla?
Otra vez caí en sus garras. Intenté escapar, pero de nada sirvió. Pensé que si tenía tantos prisioneros como dice tener no se daría cuenta de que yo faltaba, pero sí, se dió cuenta, me vino a buscar. No llamó a mi puerta, entró sin preguntar, sin permiso alguno y me agarró con fuerza.
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No entiende de edades, de sexos, ni siquiera entiende de modales. Los escritores de novelas se cansaron de luchar con él, miles de guerras se libraron y éste en las gradas como espectador...
No es tan fácil ignorarle. No es siquiera posible hacerlo, ni si quiera el tiempo te da oportunidades para deshacerte de ello. El amor, un pequeño diablillo que nos sigue allá donde vayamos, peor que una sombra, más molesto que una mosca en pleno verano.
Hay algunos que intentan evitarle, y sin embargo otros añoran, incluso envidian tenerle, pero no saben lo que dicen.
Esa sensación de vacío, esperando aquél tren que nunca llega. Esa horrible sensación de hacer locuras sin pensar en las que el corazón piensa que lo mejor que puede hacer es salir de tu pecho, cuando pasas momentos eternos mirando por la ventana sin ver nada. Esa sensación en la que preferirías cantar canciones tristes en una noche sin luna.
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