sábado, 17 de diciembre de 2011

Verano.

Caminas cada mañana por la misma acera, cubierta de ojas, de nieve, repleta de charcos o de gente.
Paseas por allí recordando momentos que te sacan esa sonrisa y dejan ver tus dientes haciendo que los de tu alrededor te miren extrañados.
Ansían esa felicidad, esos momentos que solo quedan plasmados en un poema, una hoja de papel o una serie de fotografías.
Entonces te das cuenta de que esos momentos no volverán, pasaron. Estuviste en el momento idóneo en el sitio idóneo, pero todo fue pasado, y el  pasado se olvida, queda atrás.
Siempre que ves y aquel sube baja, especial le llamaban, pues hizo que se recordaran tardes en las que un banco y una serie de chistes malos nos hacían caer rendidos de carcajadas. Pasas por aquel callejón, y una dulce melodía inunda tu cabeza, acompañada de un montón de imágenes en las que un humo denso inundaba nuestra guitarra. Cada vez que atraviesas ese parque, un montón de conversaciones estúpidas empiezan a sonar dejándote sordo y hacíendote pensar por qué añoras tanto esas tardes.
Y sí, lo echas de menos, y ahora cada vez que piensas en ello una leve sonrisa ocupa tu cara y un escalofrío escala desde tus pies a tu pecho, una canción anula todos tus pensamientos y el recuerdo se acopla en tu mente no dejándote pensar en nada más.
Quieres volver al verano, donde aquella acera que ahora está cubierta de ojas, estaba cuebierta de extranjeros y gente comiendo helados.

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