martes, 3 de enero de 2012

Solo un pedazo de cielo.

Y él prometió volver, lo malo es que la promesa compartía su nombre. Y yo quedé esperando, sentada en aquel rincón del banco, con la mirada cansada de buscar tu cara entre los rostros agenos.
Pasaron horas, días, tal vez minutos, la verdad no lo recuerdo muy bien, pero mi problema es que si no estás tú, el tiempo es eterno. Sólo sé que espero desde aquel frío otoño, aguardo a que vuelvas con lo que un día me juraste que traerías.
Pero, ¿qué fue de ella? ¿y si la prometiste lo mismo?
Todas las respuestas aparecieron como brotes de un pequeño rosal, con las espinas más dolorosas y mortales que puedas imaginar. Y entonces, sí, volviste, pero en tu brazo escrito un nombre, el de ella, que esperaba detrás tuya riéndose de cosas que ni siquiera ella sabía.
Fue el momento. Decidí levantarme del banco, y antes de que alcanzases a verme, adentrarme en la calle Mayor, perderme entre la multitud, y sin mirar atrás, recordar esa dulce sonrisa que me dedicaste antes de marcharte.

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